marzo 12, 2006

REVISTA PROCESO De Yuri Herrera, acerca de la censura artistica en Tamaulipas
















REVISTA PROCESO 1517
27 de noviembre del 2005


(Nota tambien publicada en Plaza Juárez
Periódico, Pachuca, Hidalgo
5 de julio del 2005 )

DE YURI HERRERA, ACERCA DE LA CENSURA ARTISTICA EN TAMAULIPAS



Mojigatos en tiempo de México Seguro



La embestida que ha sufrido Ricardo Delgado Herbert a manos del director del Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas nos recuerda que la censura no es vicio exclusivo de los regímenes totalitarios. Con el pretexto de que el museo no expondría “monos feos con armas” que manchan la imagen del Estado, el director Emiliano de Pau censuró más de la mitad de la exposición Arte Huerco: Ranger Time que se presentaría en dicho museo a partir del 13 de julio, ante lo cual Ricardo Delgado tomó la digna decisión de retirar toda su obra. Parecería a primera vista que el problema radica en los gustos de un funcionario cultural con vocación de decorador de muebles de baño, si no fuera porque es reflejo del horror que se tiene desde el poder a las opiniones discordantes.

Hay diferentes tipos de censores, o diferentes tipos de justificaciones para un mismo gesto inquisidor. El censor del Museo de Arte Contemporáneo de Tamaulipas es del tipo que tiene la convicción de que el arte debe conservarse al vacío, protegido de un mundo atroz que hay que sepultar debajo de obras “bonitas” y fácilmente digeribles. Más que simple mojigatería, este hecho refleja una incomprensión fundamental del valor social del arte, el de ofrecer visiones alternativas de la realidad. El arte dice la verdad de otra manera, provoca extrañamiento frente a los problemas a los que nos hemos acostumbrado. Por eso molesta la obra de Ricardo Delgado, porque si bien toma sus elementos temáticos y estilísticos de la realidad, la reinventa combinando en su re-creación del mundo narco lo sagrado, lo solemne, lo tragicómico. Las sensaciones que pueden producir los cuadros que componen Arte Huerco: Ranger Time, van de la risa a la admiración o el embeleso, y para una mentalidad obediente a los dictados del ministerio público, eso no es aceptable. El maniqueismo del poder concibe que lo que no es condena es glorificación, propaganda subliminal que, en este caso, seguramente empujaría al espectador de un cuadro a ir después a empujarse un perico o unirse al cártel de la localidad.

Toda censura debe ser tomada por alguien que aprecia el arte como una afrenta personal, pero en este caso yo la tomo de manera aún más personal. “La muerte del capo” uno de los cuadros censurados por el director Emiliano de Pau, es la pintura que ilustra la portada de mi novela Trabajos del reino, ganadora del Premio Binacional de Novela Frontera de Palabras del año pasado. Siendo esta una novela que borda sobre la relación conflictiva entre el arte y el poder, este retrato de un hombre poderoso en el momento de su caída, del instante en el que muestra su fragilidad a la vez que despide un último resplandor de fuerza, es un correlato justo para la historia que ahí se cuenta. Quizá esa complejidad es lo que resulta más incómodo en los círculos oficiales: no tanto la manera en que la estética que rodea al mundo del narcotráfico se ha instalado en nuestra vida cotidiana, sino la recreación irreverente de una misma gestualidad que comparten narcotraficantes y políticos.

Atentamente

Yuri Herrera

Berkeley, California
2449 Dwaight Way
ap.47 Berkeley CA 94704

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