noviembre 13, 2008
MILENIO El FIT y la política cultural
Por: Gastón Alejandro Martínez
Noviembre 2 del 2008
Cultura
Termina la edición 2008 del Festival Internacional Tamaulipas y deja la sensación de que sigue siendo para la actual administración estatal un lastre que, a diferencia de Letras en el Golfo, no se ha atrevido a tirar. Pasan los años y encontramos siempre un festival donde igual aparece una singular orquesta de cámara o una compañía de danza de gran calidad, que la estrella televisiva de la canción ranchera o un par de cantantes igualmente televisivos que ayer y hoy sólo han ofrecido canciones gastronómicas diseñadas para un público masivo y poco exigente.
Críticas más duras e incluso más enteradas de la que yo pudiera desarrollar aquí han aparecido en algunas publicaciones y están a disposición del público en páginas electrónicas como Resistencia Cultural en Tamaulipas, que anima desde hace años el artista plástico Ricardo Delgado Herbert. Lo importante, desde mi punto de vista, es la relación del FIT con las políticas públicas del gobierno del estado, concretamente con su política cultural, si es que ésta existe.
El gobernador apostó por la continuidad en el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes (ITCA), tal vez pensando en los éxitos reales y de relumbrón que logró Tomás Yarrington en el apoyo y la difusión de la cultura artística; pero lo único que le han dado sus funcionarios culturales son dolores de cabeza. Recuérdese el escándalo por la censura a una exposición, precisamente de Delgado Herbert, en el MAC de Matamoros, que terminó con la salida del director del Museo, no sin antes oponer fenomenal resistencia, renuente a dejar su puesto, cobijado hasta donde fue posible por la dirección del ITCA.
Uno espera que la política cultural del gobierno forme parte de un gran programa que integre a las artes como disciplina formativa en todos los niveles educativos, desde preescolar hasta la universidad, y que se sirva para ello de todos los instrumentos a su alcance, por ejemplo medios electrónicos como la radio pública (en el estado contamos con Radio Universidad y Radio Tamaulipas, ambas con cobertura estatal).
Es con este tipo de políticas públicas con las que el Festival Internacional Tamaulipas cobraría sentido y dimensión. Una sociedad educada en las artes, en el amor al conocimiento y en el sentido social y ético de la ciencia y la tecnología sería sin duda de otro calibre, sabría exigir a sus gobernantes que cumplieran con su responsabilidad y tendría la suficiente independencia para crear sus propios proyectos culturales, ya no supeditados a los caprichos o tonterías de los gobiernos.
No digo que tuviéramos que esperar a que una política así se pusiera en práctica y generara a mediano y largo plazos ciudadanos mejor cultivados, independientes y críticos, para que se justificara la existencia del FIT. Digo que no existe evidencia de voluntad gubernamental para emparentar este tipo de festivales con la política educativa, más allá de los discursos que suelen escucharse en la inauguración del festival año con año. Finalmente, ¿por qué tendría que pasar en Tamaulipas lo que no pasa en el país? Tenemos uno de los peores sistemas educativos del mundo. La educación está en manos de líderes sindicales corruptos, coludidos con las autoridades en turno para más bien avanzar en sentido contrario.
Los gobiernos mexicanos (federales, estatales, municipales) han demostrado durante décadas que no quieren una educación realmente integral que forme ciudadanos pensantes, sensibles a las artes y con sentido crítico. Ya lo dijo Fox alguna vez: entre más se sabe más sufre uno. No creo que el cultivado ex-presidente haya hojeado en su vida algo más profundo que libros de superación personal. Es en la cuestión educativa donde nos es posible valorar las verdaderas intenciones de un gobierno. Si firma un pacto para elevar la calidad de la educación con los mismos que la tienen postrada; si desdeña la necesidad urgente del país por elevar sustancialmente el presupuesto en investigación y desarrollo de tecnología propia; si mantiene en la inanición a las universidades públicas; si reprime a los maestros en lugar de proponer un cambio radical en el sistema que los forma; si se alía con los líderes que los han corrompido gracias a la fórmula de bajos salarios-prebendas, entonces… ¿qué podemos esperar?
En nuestra entidad, con funcionarios que se eternizan en el ITCA haciendo como que hacen no es mucho lo que se puede esperar para que un festival como el FIT camine de la mano de una política educativa transformadora. Sé de un directivo del Instituto que lleva allí tres sexenios gracias a una fórmula sutil e infalible: en época de elecciones escribe y monta una obra basada en la biografía del candidato del PRI. En ella, un tipo común y corriente se transforma, gracias a la profundidad psicológica del dramaturgo y director de escena, en un pro-hombre que desde niño brilló como un sol, sin duda predestinado para gobernar y ser nuestra salvación sexenal. Así… ¿a dónde vamos a ir con el FIT o con lo que se les ocurra?.
*Gastón Alejandro Martínez (Ciudad Madero, 1956), estudió letras hispánicas en la Universidad Nacional Autónoma de México. Poeta, compositor y editor de vocación, actualmente se gana la vida como publicista. Es autor del poemario "Solar de pájaros" (CONACULTA, 1989) y del libro "La Música" (Ediciones Sin Nombre, 2006), el primero de una trilogía con el mismo nombre. El Horizonte es un libro escrito entre 1986 y 1992. La mayor parte de la obra de Gastón Alejandro se encuentra inédita.