septiembre 17, 2009

¡NO BASTA PENSAR EN MÉXICO, HAY QUE TRABAJAR Y DEFENDER A MÉXICO! Juan de los Santos Retta




-“Pintor de los Petroleros”-
(1931-2009)


Por: Ricardo Delgado Herbert

Todo comenzaba en Tampico por 1986. Formas y colores emergían de una modelo trigueña que posaba para él, bocetos pertenecientes a la reivindicación de Petróleos Mexicanos, un lenguaje romántico, la pasión por sus pintores clásicos hasta los muralistas, Rivera, Siqueiros, Orozco, y Goitia. México su esperanza, esa era la cátedra, sin olvidar claro, a los impresionistas y otros más que tanto admiró.




Cuadros apilados en el taller, óleos sobre masonite, paisajes, flores, naturalezas muertas, olor a trementina y aceite de linaza, latas politec, fotos aventurando aquellos murales del sindicato y el cine Madero. Desde un andamio, cigarrillos, máscaras purépechas, calor saciado por un viejo abanico, un radio tocando música tropical ante una apetitosa y abundante comida que le hacía siempre su esposa, Alicia Castillo Cruz, “¡Como amo a mi viejita!”, decía. Así era la vida de Juan de los Santos Retta.

Nace en Cd. Victoria el 5 de abril de 1931, de raíces sicilianas por parte del abuelo materno. Su mamá, Piedad Retta Jaramillo, el papá Juan de los Santos.

Un niño de mirada penetrante, nariz aguileña, manos fuertes, pelo crespo. Así era “Juanito”, el temperamental de la clase, que empezó desde los seis años en Matamoros a concebir de memoria los mapas en el pizarrón de su escuela, haciendo rechinar esos gises blancos, quizás como algo divertido, dibujaba historietas bajo el asombro de sus compañeritos y su maestra que lo felicitaba; su madre orgullosa de él, le dio lo esencial, buena educación y amor.

Al paso del tiempo, decide hacerle caso a su inquietud, ingresando al Instituto de Industrias y Bellas Artes en México, D.F., luego, en 1958 fue alumno fundador del ahora olvidado Instituto Regional de Bellas Artes, dónde al conocer a los viejos maestros que le dieron formación y disciplina académica, se gana su simpatía. Así vemos a un Carlos Alvarado Lang, director en tres ocasiones de la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, que encabezaba la plantilla de maestros del IRBA, Ramón García Zurita quien se inmortalizó realizando los murales del Palacio de Gobierno en Cd. Victoria y ex director del IRBA, Nicolás Moreno, Martín Serrano, Ramón Jara, Jaime Nolla Reyes un gran artista multifacético, poeta, cantante de la XEW, pintor, escultor, actor de teatro que fue también director del IRBA, José Luis Ruiz Diez, pintor español quien realizó a finales de los 60s el mosaico veneciano en el frontispicio de la catedral de Tampico.



Forjó su inquietud académica dentro de la escuela mexicana. Ese mismo año, como estímulo al estudio, se les otorga a los alumnos destacados del taller de pintura, entre ellos el joven Juan, viajar al Distrito Federal, coincidiendo en Bellas Artes con la premiación y homenaje a Francisco Goitia, quien recibía el premio internacional de pintura, por sus obras Tata Jesucristo y paisaje de Santa Mónica.

Posteriormente, corre a la aventura, convirtiéndose en marinero para PEMEX, dirigiendo su proa hacia las Islas Neerlandesas, Curazao, Bonaire, Saba, Aruba, Venezuela, Guatemala, Chile. Trece veces cruzó el canal de Panamá, y otros países más lo vieron felizmente pasar. Conociendo bellas mujeres y tomando buen wisky, dentro de aquel espíritu inquieto y bailador, con su libreta, bosquejeaba su nueva vida repleta de formas y colores, así, aquel joven, aprendía a distinguir y madurar fundamentos esenciales en la disciplina artística. Veía como profecía, lo que le decían sus maestros al toparse con esos cielos nocturnos del infinito mar, donde sorprendido, presenciaba aquella “noche estrellada” de Van Gogh.

Tiempo después en los 60s, al tocar tierra nuevamente, en Cd. Madero, y al ser maestro de pintura del Instituto Regional de Bellas Artes, se vuelve deportista, levantador de pesas, y taekwondoista. Al mismo tiempo, trabajaba dentro del grupo de pintores, Tlacuilo y el llamado Neo-realista. Así, expuso en diversos lugares de la República Mexicana, como en el D.F., para precisar, menciono el Museo de Arte Moderno y el Poliforum Cultural Siqueiros, es aquí donde decide incursionar plenamente en la pintura mural.



Bajo la encomienda de Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, realizó seis murales en Cd. Madero entre los años 1976, 1977 y 1980, en el sindicato petrolero.

Su idea primordial, fué plasmar el progreso petrolero nacional y maderense, comisión que le fué otorgada de inmediato. Realizó también otro mural más, en el domicilio del Capitán Joel Álvarez Sandoval y otros proyectos de mural que quedaron pendientes. Al igual que consumó amplia obra de caballete; en escultura, le fueron encomendados dos bustos en bronce para la Terminal Marítima Petrolera, así como en la Plaza de Árbol Grande, otro busto mas del caudillo Vicente Guerrero en la plaza con el mismo nombre, y por último, un busto de Álvaro Obregón que está expuesto sobre la avenida que lleva el nombre de este sonorense, en pleno centro de ciudad Madero. Así, nacía el “Pintor de los Petroleros” quien seguía trabajando.

A una semana y horas de duelo, el pasado martes 8 de septiembre, al regresar de dar mis clases, acompañado de un aguacero nocturno, en el DF.




Ví el documental de Oscar Menéndez, “ La Batalla del Casino de la Selva” 2001-2004, donde se denunciaba la destrucción de los murales en el “Casino de la Selva”, donde el pintor José Reyes Meza entre otros eran perjudicados, por la intransigencia de un gobernador, burdo y tiránico como Sergio Estrada Cajigal (2000-2006), quien a punta de violencia, sofocó las voces que en su contra le pedían que no destruyera los murales y pisoteara el patrimonio de los morelenses, imponiendo su necedad caprichosa, para que se construyera ahí, en pleno patrimonio cultural de Cuernavaca, un COSTCO/ Comercial Mexicana, para saciar su ignorante lógica “anti-cultural”.

Pensé en la injusticia que el “Pintor de los Petroleros” vivió con la destrucción de sus tres murales, desaparecidos del “Cine Madero”. Así, entre el correr de la lluvia, reflexionaba sobre el destino de estos dos artistas de los que tuve grandes enseñanzas.





Cinismo, desilusión, lágrimas, gente manifestándose, golpeados, detenidos. Cada vez más dentro de mí, recordaba al no valorado “Pintor de los Petroleros” de Cd. Madero, que denunció en compañía de los sindicalistas jubilados en el 2007, la injusticia cometida a sus murales, con la renta del inmueble propiedad sindical, que albergaba el patrimonio maderense. Sin ser escuchados, víctimas de aquellos líderes corruptos, que fueron beneficiados de aquel glorioso sindicato; entre los que puedo mencionar a Carlos Romero Deschamp, Jesús Olvera Méndez, Josué Reyes Pérez, así como Narciso Villaseñor Villafuerte; gente que dilapidó cínicamente el patrimonio de los trabajadores. Ante el despotismo, el Cine Madero terminó siendo rentado a unos empresarios de Nuevo León como un vulgar estacionamiento público. Y, ¿Qué hicieron las autoridades tanto federales y regionales atentas a la cultura de Tamaulipas?, silenciosos y temerosos, impunemente dieron la espalda, ¿En qué manos de funcionarios está nuestro patrimonio, me pregunto aún?.




Para mi sorpresa, al terminar de ver dicho documental, recibó en la madrugada desde Cd. Madero un mensaje de su hija Nora, que decia: “Perdón, te aviso que mi papá falleció a las 10 de la noche hoy”. Bajo ese mensaje póstumo, reiteré cómo la justicia, la lealtad de nosotros como artistas mexicanos y la rectitud hacia los tamaulipecos, no existía. Desprendiéndose cual fresco de un muro que era derribado por un marro, así, se consumaba, el último adiós del “Pintor de los Petroleros”.





Es claro que en Tamaulipas no voloraron el legado del “Pintor de los Petroleros”, el maestro, el amigo, el artista, que no gozaba de pretensión alguna, amoroso con su familia. El arte que el creó, fue la conclusión de su vida como gran mexicano, y bajo ese rubro, sus pinceles se convirtieron en un arma de crítica.

Así, en el puerto de Ciudad Madero, en aquel triste y caluroso martes 8 de septiembre, mes de los caídos de la patria, el veterano “Pintor de los Petroleros” regresaba a su casa, cansado quizás, después de tomar su cotidiana y dolorosa hemodiálisis, que lo iba mermando en sus esperanzas de volver a pintar, las ganas estaban ahí, quería vivir, aunque fuera para bocetear su cuadro.



Con la esperanza de trazar su objetivo final, -“¿Porqué no, hacer unas flores del paraíso? ¡Qué más da!”- decía, a parte, le gustaron mucho en sus últimos días. Por otro lado el imprimado fibracel que siempre lo había acompañado a lo largo de su vida lo esperaba ansiosamente junto a unos óleos ávidos de comenzar la tarea; en ese momento toma con la zurda la coca cola bien fría y le da dos buenos tragos para saciar su sed, descansa un poco, observa y piensa en como solucionar al día siguiente su última batalla pictórica.

Bajo la noche, reposaba cansado en el patio de su casa, dentro de su auto, aún respiraba el viejo “Pintor de los Petroleros”, lentamente gozando la brisa que tanto amó. Bajo ese ritmo cardiaco languidece poco a poco, cerrando los ojos; en ese momento, nadie supo que pasó, se escucharon bullicios, ajetreos, desconcierto por su partida, lentamente nuestro personaje Juan de los Santos Retta, se va.

El percibe como último aliento la luz, el ya no quiso volver, prefirió su nuevo camino, quizás viendo mucha paz y alegría, el “Pintor de los Petroleros” se veía así mismo siendo aquel niño inquieto de nueva cuenta que trazaba el mapa de su destino, aquel marino que navegaba en la oscuridad donde cruzaba la vía láctea desde el golfo y el pacífico, el pintor que habló del progreso de su ciudad y del petróleo aún nuestro, el pintor, que se curtió en la refinería, en la terminal marítima de Madero, en el taller de pailería. El ya no está mas con nosotros, se embarcó nuevamente a la luz de aquellos impresionistas y gloriosos muralistas que tanto admiró, entre estrellas doradas y plateadas, entre ocres yuxtapuestos entre piroxilinas y texturas cual si su admirado Van Gogh o Siqueiros le hubieran extendido en un brochazo su autopista y le dijeran, vente con nosotros mi querido amigo “¡No hay mas ruta que la nuestra!”.

Querido Juan, los murales no serán restaurados, homenajes oficinescos quizás vendrán, los que no hicieron nada hablarán de ti para cumplir su hipocresía política de fin de sexenio, eso es lo de menos, esos ramplones ignorantes se perderán en el filtro de la historia, la lucha no acaba, nos burlaremos de ellos como resistencia, te recordaremos con sabia alegría.

Reprocho si no dijimos de ti lo suficiente, nunca te interesó quedar bien o salir en sociales, lo hiciste muy bien, te recordaremos por toda la gente que confió en ti, por los que te brindamos la amistad, por todos los que te felicitaron asombrados desde aquellos altos andamios, por la gente transeúnte que te sonrió, ellos te recordaran felizmente, al igual que las siguientes generaciones que admirarán tu obra como pilar cultural en el corazón de Ciudad Madero.

El arte para ti jamás fué burocracia ni rótulo para quedar bien con el de en turno, el arte fué, es y será sinceridad, oficio expuesto a la luz de la razón, así nos lo enseñaste hace veintitrés años. ¡Gracias maestro Retta!



México, D.F. a 16 de septiembre 2009

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