diciembre 08, 2008

MILENIO LA CULTURA, LAS ARTES, EL GOBIERNO




Tampico,Tamps, domingo 07 de diciembre de 2008



Gastón Alejandro Martínez

La tarea del crítico es encender una lámpara para ver él mismo con mayor claridad lo que quiere que sus lectores vean junto con él. Es deseable no contar con ideas preconcebidas, sino dejar que su estilo (algo así como su ser lingüístico) vaya pariendo ideas, tal como las imágenes nacen de la voluntad de cantar del poeta.
Bien hace aquel crítico que evita hablar de lo que no sabe y reconoce frente a sus lectores sus limitaciones. A veces preferimos decir tonterías antes de conceder que no hemos leído tal o cual libro, que no conocemos nada de un autor famoso o que apenas tragamos dos o tres líneas del imposible Mallarmé. Tememos desnudar nuestra ignorancia más que a cualquier otra cosa, aunque ésta tarde o temprano termine en cueros.
Menciono todo esto porque un amigo mío me dijo hace unos días ‘me gustó tu artículo del domingo, pero para la próxima edición del FIL deberías asistir a más eventos, para que puedas hablar con mayor propiedad’. Tiene razón, el trabajo esclavizante y mi inveterada flojera me permitieron apenas asistir a dos o tres eventos del FIL este año. Sin embargo, mis cuestionamientos no parten de que no hubieran espectáculos y artistas de calidad dentro del FIT, sino de la presencia en él de cantantes televisivos encumbrados por el mercado, uno de ellos inaugurando el festival; de la decisión, el año pasado, de homenajear a Eduardo Verástegui, quien si tiene algún mérito es el de estar cerca del primer círculo del poder político tamaulipeco. Entre él y José Luis Cuevas, homenajeado en la edición de hace seis o siete años, hay un universo de expresión, trascendencia y trayectoria artísticas. Por ello pienso que el FIT decae antes que progresar; por ello y por otras razones que no caben aquí pienso que el FIT es más un lastre del sexenio anterior que una actividad fundamental de sus políticas públicas. En menos de un minuto despachó el gobernador el tema de la cultura durante su cuarto informe. Saque el lector sus propias conclusiones.
Dentro del mismo tema, el artículo ‘¿Es tarea del gobierno?’ de Martha Izaguirre*, que apareció en pasado domingo en estas páginas, me llamó la atención. Incorpora voluntad crítica y deseo de aportar ideas, pero sitúa el debate en un punto que a mi juicio no existe: ¿debe el gobierno o no participar en la promoción de la cultura? Reiterar que sí debe hacerlo acaso nunca estará de más, sobre todo si tal gobierno lo hace poco y mal. Sin embargo, hasta ahora no conozco a nadie que haya manifestado públicamente que la difusión cultural no es tarea de los gobiernos. Más bien el debate se centra hasta ahora en si existe voluntad para realizarla, en si existen acciones significativas de los gobernantes en ese sentido.
Sorprende Martha Izaguirre cuando escribe que este debate es aprovechado ¨por los que gustan de manifestar su ‘ideología separatista’ y al mismo tiempo tener vidas más que alineadas al sistema..¨. Entiendo que existan tipos que se dicen críticos al sistema cuando en la realidad reciben su buen ‘maíz’ del gobierno o llevan una vida regalada gracias a sus contubernios con el poder, pero lo que no logro comprender es eso de ‘ideología separatista’. Leo con detenimiento su artículo y finalmente se me ocurre que pudiera referirse a quienes intentan colocar a la difusión y promoción de la cultura fuera de las responsabilidades de los gobiernos, es decir ‘separar’ esas actividades de sus funciones propias. Todo su artículo va encaminado a afirmar que sí son tareas del gobierno. Los ‘separatistas ideológicos’ son tal vez los que afirman lo contrario, pero… ¿quiénes son esos que además viven alineados al sistema? Nada de raro tendría, por cierto, que quien le quita responsabilidades tan evidentes a los gobiernos estuviera alineado con el mismo, pero en fin.
Aventuro otra teoría: los separatistas son los que, ponderando la difusión y promoción cultural independiente le facilitan la tarea a los gobiernos o los llevan a de plano desentenderse con el pretexto de que la sociedad solita se abastece de cultura artística y abre sus propios espacios sin estar dándole lata. Pero no es así la pichada, dirían mis cuais beisboleros. Los proyectos independientes le otorgan soberanía a promotores y artistas, además de un gran margen para la evaluación y el escrutinio público del poder político. Recordemos que los dineros públicos que se otorgan ‘generosamente’ a la sociedad suelen estar envenenados. Este último punto merece mayor reflexión y discusión. Ya no queda espacio para ello. Conmino a Martha Izaguirre a que ahonde en sus comentarios y continúe enriqueciendo este debate. Su visión de la debacle gubernamental en materia de cultura es valiente y no necesita de ambages, como ‘florear’ un poco al gobierno del estado, acaso para que no tome a mal sus cuestionamientos. Adelante, Martha, y saludos.


*Cf. Marta Izaguirre, ‘¿Es tarea del gobierno?’, en Milenio Diario, Tampico, domingo 30 de noviembre de 2008.

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