noviembre 17, 2010

¿A quién diablos le importa la cultura?



Por: Sara Uribe

Tengo que admitir que extraño aquellos tiempos cuando las notas de cultura de un trío de jóvenes que pretendían hacer periodismo cultural conseguían poner de cabeza al mundillo cultural porteño. Honestamente las más de las veces no estuve en sintonía con las críticas de Miguel Domínguez, Roberto González y Josué Picazo, pero siempre celebré la iniciativa de su disenso.

Lo añoro porque pareciera que a últimas fechas gran parte de la comunidad artística y cultural de Tampico se ha limitado a mirar cómo se han empobrecido nuestros espacios y programas, como no sólo no han surgido nuevos proyectos, sino que algunos que ya tenían bases sólidas han desaparecido sin que nadie mueva un dedo, ya no para impedirlo, sino al menos para expresar su desacuerdo.

Cuando estuvo en riesgo la gratuidad de los servicios de la Casa de la Cultura de Tampico sólo escuché a una voz muy concreta cuestionar e increpar dicho proceder. Eso sí, vi muchos correos de apoyos, muchas palmaditas en la espalda para Marco Antonio Huerta, pero no leí otro texto ni vi acción alguna con la misma fuerza, con el mismo nivel de exigencia con el suyo.

Es cierto, tuve conocimiento de una manifestación donde algunos artistas solicitaban la destitución de la Directora de Cultura y también, durante las contiendas electorales, supe de las acres críticas a su labor por parte de algunos sectores de la comunidad cultural. No se piense que generalizo. No estoy afirmando que jamás se haya criticado ni reclamado las políticas y los programas culturales que nos merecemos. Lo que sustento es que la comunidad cultural tampiqueña podría y debería defender con más vehemencia su derecho a una gestión cultural transparente, eficaz e inclusiva.

¿Por qué esperar a que el director en turno haya hecho un mal trabajo para al final del trienio quejarnos de su administración? ¿Por qué no requerirle a los seis meses de haber aceptado el puesto que muestre resultados que avalen su capacidad para ocupar dicho cargo? En un mundo ideal nadie tendría que presionar a un funcionario público para que hiciera su trabajo, éste debería realizarlo cabalmente motu proprio. Lamentablemente, en la realidad que habitamos, si la sociedad civil no se responsabiliza de vigilar y exigir el cumplimiento de dichas instancias termina coludiéndose, por apatía, con las omisiones y los atropellos de quienes sabiéndose impunes hacen y deshacen a su antojo.

Estoy convencida que a una comunidad cultural tampiqueña comprometida a gestar proyectos artísticos, pero también a vigilar y en caso de ser necesario denunciar los comportamientos inadecuados de los funcionarios culturales, otro gallo le cantara. Nos pasan las cosas que nos han pasado porque no decimos nada, porque callamos, porque no nos atrevemos a exigir lo que nos corresponde, porque con este proceder les decimos a nuestras autoridades: hagan lo que quieran, aquí está su rebaño de ovejas.

Por ejemplo ¿se han percatado de la pobreza del programa de la novena Feria del Libro en Tampico? Las ferias del libro de hace algunos años incluían por lo menos dos o tres presentaciones de libros al día por parte de escritores de talla nacional e internacional. Esta feria únicamente presentará cinco libros, de los cuales sólo tres denotan un nivel de calidad propositivo y por cierto, ninguno es de literatura. Sobra decir que esta emisión no cuenta con escritores foráneos.

Ya sé lo que me van a refutar, que no hay dinero, que el país está en crisis, que agradezca que no se haya cancelado. Ése no es mi punto, mi incomodidad radica en que a la comunidad cultural tampiqueña, y sobre todo a la literaria, parece no importarle que nuestra feria, que otrora fuera un verdadero banquete literario y libresco, se haya convertido en un frugal bocadillo; tampoco parece importarles si siempre se va a llevar a cabo o no la entrega del Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta y del Premio Nacional de Cuento Rafael Ramírez Heredia (afortunadamente tengo noticias de que, aunque extemporánea, sí será efectuada); tampoco han cuestionado dónde están las publicaciones de los ganadores del año pasado; y mucho menos por qué el Premio de Literatura Estatal 2009, convocado por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes, no se ha entregado aún y la convocatoria de la emisión 2010 nunca apareció. ¿Es que nadie se ha dado cuenta que la página de internet del ITCA tiene años sin ser actualizada?

“Los libros revolucionan”, reza el eslogan la Feria del Libro en Tampico. “Esta feria será revolucionaria”, afirma el boletín de prensa. A quienes eligieron estas frases me gustaría recordarles algunas acepciones la palabra revolución, según la vilipendiada RAE: inquietud, sedición, cambio rápido y profundo. Alguien revolucionario es alguien alborotador, turbulento. Ojalá la comunidad artística y cultural de Tampico tuviéramos claro que podríamos tener las autoridades culturales que esta ciudad se merece si estuviéramos dispuestos a disentir, si apostáramos a ser verdaderamente revolucionarios.

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